
El poeta del salmo 119 recurrió a la metáfora del camino para hablarnos del sentido de la vida en la cual andamos. Nos dice que unos son nuestros caminos y otros son los del Señor (3). Meditar y considerar los caminos del Señor, produce alegría (15). La soberbia hace desviarse de los caminos del Señor (21). El poeta trasluce una experiencia de sinceramiento “mis caminos te he manifestado”, y no alcanzo a entender el camino en el que me guías, ayúdame (26-27).
En la angustia y la ansiedad, me he apegado a tu palabra, he escogido el camino de la verdad y quiero correr en ese camino, bajo tu guía como mi “personal trainer”, cuando ensanches mi corazón (29,32). “Avívame en tu camino”, confirma tu palabra, vivifícame en tu justicia y andaré en la libertad, que he buscado tras duro caminar, aún por tierras y parajes extraños (37, 40, 45, 54).
Desandar el camino y volver al punto de partida y caminar seguro incluso en compañía de impíos, pero soy compañero de los que hacen tu voluntad (59-61). Desandar el camino puede ser humillante, al confrontarnos con los soberbios, aquellos que tratan de desviarnos del camino, pero nosotros nos mantendremos firmes y fieles guardando su palabra y nos regocijaremos en El. Nos librará y nos llevará de victoria en victoria. Este es un aprendizaje de buen sentido y sabiduría y de reencuentro con la comunidad que reverencia al Señor y ama la verdad y juntos nos alegraremos porque en su palabra hemos esperado. (66, 67,71,79).
El mal camino, nos atrae, pero podemos evitarlo “contener nuestros pies” y censurar, criticar, el camino de mentira, alumbrados por la palabra de Dios para no desorientarnos y llegar al final del camino (101,104, 105, 110, 112).
En obscuridad del camino, en la noche oscura del alma, el camino de falsedad, una luz para continuar o un refugio para pasar la noche es algo que se espera con ansiedad. La luz que nos alumbra en la obscuridad, del camino, hacen “desfallecer nuestros ojos”, la salvación y la justicia en la palabra nos sorprende, nos vislumbra en medio de la incertidumbre, allí es cuando pedimos que el Señor “ordene nuestros pasos” y nos enseñe el camino por donde El quiere que andemos. Sus caminos son rectos e inseparables, como los rieles. Pero los que nos persiguen, que no nos quieren, se alejan desviándose y acercándose a la maldad, (113-114, 123,128, 133,135,138, 150, 157).

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