¡Bienvenid@s!

La idea de este blog es estar un poco más cerca de mis amig@s y herman@s entrañables que hemos conocido por el recorrido que hicimos con mi esposo a través de nuestro ministerio en Perú, Argentina y ahora en Chile, principalmente me gustaría compartirles devocionales bíblicos, experiencias, recomendarles libros, música y otros sitios de nuestro interés. Espero leer sus comentarios y reflexiones!

jueves, 7 de febrero de 2008

La Mujer Justa Crece, Florece y da Fruto (Salmo 92:12-15)

Introducción
El justo no solo sufre como lo enseña el relato de Job. Dios también recompensa al justo. Entre las bendiciones posteriores al sufrimiento, Job llegó a tener tres hijas, la Escritura no menciona a los hijos, sino a las hijas: Gemima, Cesia y Karen. Dice la Escritura que no había mujeres más hermosas que ellas en toda la tierra.

Ellas fueron bendecidas con herencias entre sus hermanos, esto es muy significativo ya que los justos sufren en la esperanza de que al fin florecerán y darán frutos y se mantendrán fuerte y reverdecido/as.

La metáfora que estudiamos en este salmo está construida por dos árboles caracterizados por la altura y fortaleza que alcanzan: La palmera que además se caracteriza porque da frutos y el cedro por aportar su fina madera.

1. La mujer justa ante la visión de crecer, florecer y fructificar
Este es un salmo de alegría, de alabanza al Señor que los ha alegrado con sus obras, es un salmo de cantos corales, acompañado por instrumentos de cuerdas por el arpa mayor (decacordio) y el arpa menor (salterio). De tonos fuertes y suaves acompañados con el arpa. (1-4)
Este es un salmo de profunda reflexión, en el Altísimo. Su alabanza se centra en Su misericordia [hesed] a pesar de la infidelidad de su pueblo. En este salmo la fidelidad del Señor, lo engrandece al aumentar las fuerzas de su pueblo, y renovarle la esperanza de ser ungido con el aceite de una fresca bendición (2 y 10).

El salmista critica al inicuo e insensato que brotan como hierba, se reproducen y florecen en la iniquidad, para ser destruidos por su temporalidad, por lo efímero de sus pensamientos. La poesía es sensible a esta realidad y además de evidenciar la maldad del necio e insensata, avizora que sus acciones de injusticia no tienen futuro. Es decir pone de manifiesto su maldad (5-9,10).

En estos estudios abordaremos aquella poesía que nos invita a mirar hacia el futuro, aquella en la cual Dios nos promete avanzar en lo que ya ha comenzado en nosotros. Miraremos asimismo aquella perseverancia de los santos un tanto más espontánea, más eficaz, más visible.
Es hermoso ver como entre la poesía y el canto emerge la alabanza del coro, las voces se elevan, después del tono suave (3b) y cantan:

Florece el justo como la palmera,
Crece como el cedro del Líbano.
Plantados en la casa de Jehová,
En los atrios de nuestro Dios florecerán
Aun en la vejez fructificarán ,
estarán vigorosos y verdes,
para anunciar que Jehová
mi fortaleza es recto,
y que en El no hay injusticia.

En este último tiempo cada vez más se ha tomado conciencia de la belleza de los árboles y de su importancia para nuestro ecosistema. Los estudios dan cuenta que las causas del futuro tienen que ver con el cuidado de los árboles y del agua. Y es interesante encontrar en la Escritura aquella verdad de que “Los árboles plantados junto a corrientes de agua son bendecidos con frutos a su tiempo, son fuertes y prosperan”. Pero, esta idea tiene que ver con otra gran verdad, aquella de que “el justo crece en justicia, como un esencial signo del reino de Dios”. En la Escritura el justo es plantado en el espacio consagrado a Dios, debajo del cual corren ríos de agua viva, que llegan al estanque del que es enviado.

Los árboles me traen al recuerdo mi infancia en mi pueblo y las chacras de mis padres y mis abuelos. Recuerdo las inmensas palmeras de coco y la fortaleza del cedro. Algo interesante es que las palmeras duran muchos años y crecen. Son muy altas que no alcanzamos a ver su florecimiento; pero florecen y dan frutos. Y al reproducir van naciendo cuando la semilla muere, luego nace una nueva planta.

Recuerdo a Don Serapio, un hombre hábil para subir a los cocoteros; El tenia la costumbre de enviar sus mensajes de moralidad a todo el pueblo, luego de hacer su trabajo. Aquellos cocoteros eran de una altura tal que todo el pueblo podía escucharlo. Quienes hemos vivido en ciudades nos hemos tenido que contentar con un hermoso pero pequeño bonsái o algún ciprés diminuto. Estos árboles necesitan de mucho cuidado. Justamente, nuestra última palmera se nos murió por falta de agua, por los continuos viajes que teníamos que hacer.
(Continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Kelit, ha sido un placer entrar en blog, y conocer tus pensamientos que son de edificación. Síguelo haciendo.
Tu amiga de siempre
DORCAS DE LA CRUZ (Perú)