Salmo 138:7-8 
Regresaba a casa después de un viaje a otro país. Este era una de los retornos más angustiados que yo recuerdo. Habían sido dos semanas muy cercanas al sufrimiento. En el retorno, viendo como Dios me iba probando, mi ser comenzó a angustiarse. Esta era una de esas situaciones en las que uno tarda en vivirlas o posterga las vivencias para estar a solas y dejar que su ser procese todo con la ayuda de Dios, que sentimos que está allí, en silencio junto a nuestra tristeza. Mientras que el avión iba despacio para tomar vuelo, yo decía, dentro de mí, me gustaría estar en la soledad del campo y gritar a viva vos pidiendo la ayuda de Dios, que me muestre su gracia. La desesperación comenzaba a invadir mi ser.
Estaba rodeada de personas con sus propias alegrías y sufrimientos. Estaba segura que el Todopoderoso, estaba atento a todas mis vivencias, y debíamos conversar, como siempre lo hacemos. Le hablé, y le dije, Señor tu conoces el grito de mi corazón ayúdame. Desde ese momento mi ser experimentó una serenidad, era una paz que iba sobrepasando toda mi incomprensión de lo que estaba viviendo y no alcanzaba a comprender.

La impotencia ante el sufrimiento, en especial de nuestros seres queridos más cercanos, es algo que solo se alcanza vivir creyendo que el Todopoderoso no nos ha abandonado. El Dios de todo poder tomó, mis lágrimas, gota a gota e iba secando con su manto de confianza, de misericordia y mostrándome que su bondad es infinita, que continúa a nuestro lado a pesar del sufrimiento. El salmista, en su poesía, nos muestra la experiencia de la vida como que se realiza plenamente entre muchas angustias. El salmista en su relación con Dios, le dice
en mi angustia tu me vivificas. En la angustia nos parece que todo se derrumbara, que todo va a cancelarse, nos sentimos desmayar, ante lo que va venir después. El Salmista, le dice a Dios tu me vivificas, me reconfortas, me haces ver más allá de esta angustia y esto me da vida por que se que también allí vas a estar. Es decir Dios nos levanta, nos da aliento de vida, nos da esperanza, nos da consuelo y notamos su misericordia. El Dios de todo poder nos dice, Yo estoy contigo y nunca te abandonaré. La mano de Dios, es esa certeza que nos sostiene, que seremos protegidos, librados de ver la vida como una experiencia sin sentido. La prueba, la crisis, el sufrimiento solo tiene un sentido, mostrarnos que Dios está allí, alejando el mal de nuestras vidas.
La expresión del salmista no queda ahí, va más allá, quiere mostrarnos a Dios, todo poderoso, como quien tiene un proyecto para nosotros,
Jehová cumplirá su propósito en mí. Hemos sido creados para ser parte de un proyecto eterno, que comienza aquí en esta tierra, primero siendo parte de su reino, adorándole en obediencia y sirviéndole, y segundo comprendiendo la vida a partir de la bondad, pues toda dádiva perfecta procede de Dios, Jeremías 11:29. Éste es el propósito de Dios que genera en nosotros esperanza y nos anima a seguir. Esto cierra toda posibilidad de quejarnos frente a las circunstancias, solo quedamos en la espera, de que Dios tiene lo mejor para nosotros porque su bondad es para siempre.
La última exclamación dice,
no desampares la obra de tus manos. Hemos sido creados por él, cada uno de una manera diferente, pero especiales para él, por lo tanto nosotros le pertenecemos, somos sus creaturas para cumplir un propósito que le glorifique. Pero cuando nosotros no reconocemos esta gran verdad y muchas veces pensamos que no servimos para nada, él nos alienta y permite que reflexionemos para comprender que él va perfeccionando en nuestra vida la obra de sus manos. Dios nos bendiga.
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